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En Diario UNO. Mendoza, Argentina.

Domingo, 11 de mayo de 2014 |A Fondo 

Cortázar, ese amigo cariñoso, vive en el libro de aquel punk


Jaime Correas
jcorreas@arlink.net.ar

El libro Tiempo de viajes y rayuelas con Julio Cortázar y Carol Dunlop, de José Alias está vivo. Llegué a él por el final, porque allí se cuenta la muerte de Julio Cortázar y cómo el autor compartió una petaca de whisky junto a la tumba donde lo acababan de dejar junto a su amada Carol, su tercera y definitiva mujer, con otros tres que habían estado un rato antes en el sepelio. Uno de ellos, era ya mi amigo, ahora dos más lo son. José en ese  tiempo era punk y así lo recordó alguien muchos años después y dio el alerta para que se reencontraran y nos regalaran otra historia inacabada.

La cosa es más o menos así. Ese cuarteto desolado compartiendo la embriaguez se reencontró 30 años después gracias a la magia de internet y el artífice fue el gran Ricardo Bada, español que vive en Colonia, Alemania y que fue amigo y corresponsal de Cortázar. No lo he visto nunca en persona, pero es mi amigo por la pasión cortazariana. Para más datos, recibió una carta del autor de los cronopios fechada en Mendoza el 11 de marzo de 1973 cuando había venido a visitar a sus queridos Sergio Sergi (el enorme artista plástico), Gladys Adams, su ex esposa por ese entonces, su hijo Fernando Hocevar y su mujer, Susana Ortega. También vino por Lida Aronne, la gran crítica de Rayuela, una mendocina de proyección mundial.

Ricardo Bada, en el aniversario número 30 de la muerte de Cortázar, colgó en su blog la historia de los cuatro tomadores de whisky y para su sorpresa a las pocas horas contestó el que identificó como “el punk de Malasaña”, nada más y nada menos que José Alias. Por otro lado apareció el tercer mosquetero, Fabio Martínez, un periodista colombiano, y faltaba el cuarto. Vía Mendoza, por una conexión que sería larga de contar, Bada dio entre viejos papeles con una carta que le habían devuelto por “destinatario desconocido” dirigida al mosquetero ausente, Miguel Omar Berciano, recepcionista del Hotel Claridge de Buenos Aires, en aquellos años. Todavía no aparece.

Esta historia sirvió para que tomara contacto con José Alias y me llegara su libro vía internet, en formato digital y luego en papel, con su dedicatoria cariñosa.

Para no darle más vueltas, el libro es una maravilla, cuenta la  historia de la amistad del autor con Julio Cortázar y Carol Dunlop, a los que llegó vía Daniel Moyano, el entrañable autor de El vuelo del tigre, una de las más bellas novelas argentinas escritas en el exilio, y de la notable El  oscuro, premiada por la revista Primera Plana con un jurado integrado por García Márquez, Marechal y Roa Bastos.

José fue muy amigo de Moyano, quien sobrevuela su libro, y desde él tendió el puente hacia Cortázar y Carol, con los que compartió entrañables jornadas parisinas y con los que cruzó hermosas cartas que están reproducidas en el libro con fotos y otras delicadezas visuales y documentales.

El libro es inhallable en papel en Mendoza y se presentará en Madrid el próximo 5 de junio. Pero se puede comprar como e-book en éste sitio.

Puede que en breve se pueda imprimir acá. Es preciso y precioso en su marcha hacia lo más íntimo de Cortázar, hacia su hacer y decir cotidiano, hacia su manera amable y cortez de vivir para sus amigos. José Alias lo  cuenta de un modo tan pudoroso, tan despojado de arrogancias o jactancias que el lector siente por momentos que el mimado es él mismo, que Julio Cortázar posa sus atenciones en ese lector intruso, intermediado por  los ojos y los sentires de Alias, que todavía lo recuerda todo, como si hubiese sido ayer.
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CORTÁZAR Y JOSÉ. LA CÁMARA DE CAROL LOS RETRATÓ EN PARÍS.

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